miércoles, 17 de septiembre de 2008

Ídolos

Acordate cómo te colgaste del cuello de tu viejo en aquella remota tarde de un año que no viene a cuento mencionar. El invierno estaba lejos, sí: y tu mundo era un mundo ardiente que volaba cargado de realidades. Acordate del grito, del instante exacto en que viste la pelota inflando un costado de la red lejana. Acordate que lo escribiste -intentando ser ficción: pobre de vos- en un cuaderno ya perdido para siempre. Y que mientras lo escribías, volvías a ver una y otra vez la acción precisa y talentosa del jugador número nueve. El nueve más exquisito. Tu viejo tenía los puños apretados y en alto y todavía podía resistir los embates de tu cuerpo; y tu cuerpo todavía ignoraba que el tiempo se iba a encargar de que ya no puedas volver a hacerlo. Pero acordate cómo gritabas aquel gol inolvidable, cómo la gente saltaba de alegría porque claro, era un partido imposible en una cancha imposible y contra un rival que durante cuarenta y cinco minutos dio clases de cómo se juega al fútbol. Acordate el color de las camisetas, del verde fluorescente que alfombraba el rayo de tu mirada. El baile había pasado y la garra todo lo puede. Baile y corazón. Corazón santo que bombea y bombea contra tantos diablos entregados inesperadamente a la derrota.

Marcelo - Extraído del blog www.elconceptodeficcion.blogspot.com/-

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